Seminario del pase. Pase y política del pase
El objeto de la política del psicoanálisis es la transmisión de su discurso. En su entrevista titulada Televisión, Lacan lo dice así: “cuantos más seamos más reiremos”. Es tan simple como eso. Ayuda mucho que la Escuela haga caso de la transformación de un psicoanalizante en psicoanalista. El dispositivo del pase busca un saber sobre este paso; para la Escuela es la vida.
Comisión: Anna Aromí, Rosa Godínez, Antoni Vicens (responsable)
Comisión: Anna Aromí, Rosa Godínez, Antoni Vicens (responsable)
CALENDARIO
27 de octubre de 2009. 21:00 h24 de noviembre de 2009. 21:00 h
22 de diciembre de 2009. 21 h
23 de febrero de 2010. 21 h
23 de marzo de 2010. 21 h
20 de abril de 2010. 21 h
25 de mayo de 2010. 21 h
29 de junio de 2010.
- Título
- El universo concentracionario
- Fecha
- 29/06/2010
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Antoni Vicens
- Descripción
- En dos momentos cruciales de sus desarrollos institucionales, Lacan menciona el “universo concentracionario”, e indica la necesidad de “concentrarse” un poco más sobre él. Una conferencia solicitada por nuestros colegas de Tel Aviv, que dicté el sábado pasado, me dio ocasión de salir al encuentro de lo indecible y de conversar con quienes guardan testimonios de primera mano. Quiero compartir estas reflexiones aquí también.
El nazismo proyectó la realización del ideal de la raza única. Hitler subordinó el Estado, sus instituciones y su ejército, a ese ideal. El instrumento esencial para la purificación era la voluntad, a la cual el nazismo confería el dominio sobre la consciencia moral, la cual supone una culpabilidad inhibidora. Si la consciencia y la culpabilidad eran invenciones judías, había que exterminarlos, a ellos y su cultura, para hacer tabula rasa para la nueva humanidad naciente. Los campos de concentración eran campos de muerte para aquellos considerados anti-raza, pero también de formación de la voluntad para los nuevos amos del mundo.
Antoni Vicens
- Título
- El pase de la Escuela
- Fecha
- 25/05/2010
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Lucia D' Angelo
- Descripción
- La Escuela está animada por un movimiento, descrito respecto de la enseñanza misma de Lacan que debe ser la brújula que nos oriente en el momento actual, en los tres niveles de la política: la política en general, la política para el psicoanálisis lacaniano y la política de la cura, que tiene consecuencias en la vida institucional y en el lazo asociativo que se entreteje en la comunidad analítica que configura la Escuela.
La estrategia de la transferencia, la táctica de la interpretación y la política del síntoma nos orienta a que el analista lacaniano no retrocede frente ante lo real, ya que lo real no depende del analista, sino más bien, en hacerle la contra, a condición de que estemos advertidos de que la subjetivación de la Escuela, requiere en cada momento, cernir ese real e interpretarlo. La Escuela del pase o mejor, su inversión lógica, el pase de la Escuela, implica el pasaje, el paso que debe dar la Escuela en el sentido de subjetivar los efectos de la interpretación sobre lo real con los mismos recursos que el sujeto accede a dar el paso, el pasaje de analizante a analista.
Lucia D’Angelo
- Título
- A propósito de la comunidad analítica*Preservar el vacío
- Fecha
- 25/05/2010
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Anna Aromí
Rosa Godínez - Descripción
- A propósito de la comunidad analítica*
El agujero del psicoanálisis
Cada vez que oigo hablar de “la comunidad” no puedo evitar acordarme de Carmen Maura protagonizando la película de ese mismo nombre. En ella Álex de la Iglesia supo retratar en clave de humor negro y castizo la envidia, la absurdidad y la violencia desatadas en una comunidad de vecinos donde cada uno peleaba contra todos para apropiarse del botín de un difunto. Es decir que el film retrataba la pasta de la que está hecho el núcleo de cualquier aglomerado humano.
El problema para el psicoanálisis es que, para seguir existiendo, necesita que entre los psicoanalistas haya una cierta comunidad. No es fácil entre otras razones porque su formación, siendo lacaniana, les enseña que no hay unidad-común en el analista. EL analista no existe. No hay rasgo por tanto al que identificarse. No hay.
La comunidad analítica, cuando lo consigue, se reúne alrededor de un agujero: el agujero del no hay, el agujero de lo real, el agujero del pase (o del AE), se le pueden dar varios nombres, todos llevando la marca del imposible. La comunidad analítica es una comunidad imposible porque los analistas no tienen el rasgo común y lo que viene a ese lugar no es algo que se pueda colectivizar, porque es un agujero. Lo importante es darse cuenta de que este agujero no es el mismo para nadie. Ahí los psicoanalistas no son como una comunidad de propietarios, aunque haya podido parecerlo alguna vez. Lo real no se comparte, no hace común-unidad.
Si no me equivoco esto correspondería a lo que Lacan llama en RSI un agujero 1. No entraremos aquí en el tema, que me parece apasionante, si lo evoco es para poner de manifiesto que no todos los agujeros son iguales y que para que un agujero funcione reuniendo y no disgregando se requiere de algunas condiciones.
No es sencillo pensar aquí la cuestión del agujero. Digamos que no es lo mismo reunirse alrededor de una hoguera al caer la noche que reunirse alrededor del real propio del psicoanálisis. La hoguera alumbra a todos, a cada uno dependiendo de dónde está ubicado. Pero el agujero del psicoanálisis no funciona así. Si el asunto es tan complicado es porque no hay UN agujero para todos como sí hay una hoguera, o un botín.
Al agujero del psicoanálisis lo pergeña cada uno en el análisis y de ahí saca sus luces. El agujero del psicoanálisis lo hace cada uno, y al psicoanálisis mismo con él. Es un modo de tomar en serio que EL psicoanálisis no existe por si mismo, que depende enteramente de que cada uno ponga en juego su deseo de hacerlo vivir.
Hemos dicho que la comunidad analítica necesita del agujero del pase para reunirse, pero también ocurre a la inversa, que el pase no funciona sin estar sostenido por una cierta comunidad. El pasante, yo diría incluso el analizante en la medida que se plantea el horizonte de su análisis, necesita de una comunidad que le haga de puente, de eco, de partenaire incluso, que lo acompañe en el trayecto hasta el pase. Llegar a la puerta del pase no es un trayecto que se haga solo, aunque esto no elimina la irremisible soledad del acto de pedirlo y de presentarse.
Para esto, con ser imprescindibles, no basta con el dispositivo y los reglamentos. Se necesita que los psicoanalistas, además de organizarse en la institución que Lacan llamó Escuela, hagan algo más. Se necesita que disfruten con lo que hacen, incluso si se equivocan. Que permitan que el deseo se embrolle y se desembrolle en ellos y alrededor de ellos. Que la libido circule y se pierda.
Me parece que el buen agujero está cerca cuando se nota algo vivo, alegre, que da ganas de estar ahí.
Anna Aromí
* Lo que sigue son algunas ideas surgidas al hilo de la última reunión del Seminario del pase en Barcelona.
Preservar el vacío
El propósito de estas líneas es dar a conocer algunas consideraciones que me he planteado alrededor del trabajo realizado, la noche del 25 de mayo, en la Sede de la Comunidad de Cataluña en Barcelona, en el Seminario del Pase. Asistimos a la presentación del trabajo a cargo de Lucía D´Angelo: “El Pase de la Escuela” que, a partir de los elementos que aportó, respondió a mi parecer al propio marco del espacio de este curso 2009-10: “Pase y política del pase”.
Esta reunión tuvo lugar después del paso por esta Sede de los dos AE recién nominados, Silvia Salman y Gustavo Stiglitz, que presentaron sus respectivos testimonios en el VII Congreso de la AMP, Semblantes y Sinthome, celebrado en abril en París. El trabajo de cada uno de ellos, desde su particular posición de enunciación, dejó un rastro de alegría la cual es signo de que ahí se produjo una transmisión, producto, por supuesto, de un deseo no anónimo y acorde con la singularidad del síntoma de cada pasante. Estos testimonios, junto a los otros que se dieron cita en este VII Congreso, adquieren un estatuto de enseñanza si nos apropiamos de cada uno a modo de “página en blanco que permite que en cada uno se relancen nuevas cosas”(nota extraída del comentario de Éric Laurent acerca de los testimonios presentados en el Congreso).
En el trabajo que nos ocupó, Lucía aportó nuevas cosas. Entre otras, propuso por una parte, poner en tensión la díada “Escuela-Comunidad analítica”, lo cual mueve a plantearnos la pregunta de qué es y qué implica cada una, en su relación y en su diferencia. Por otra, planteó que el nivel de la política: en el mundo, en el psicoanálisis lacaniano y en la cura, acarrea una serie de consecuencias que atraviesa la Escuela misma; en su lado institucional y en su lado asociativo como comunidad. Estando advertidos de este hecho, propuso tomar “la Escuela del Pase” en su inversión lógica, “el Pase de la Escuela”, el cual implica interrogarse sobre el paso que la Escuela debe dar para “subjetivar los efectos de la interpretación sobre lo real” (ver presentación on-line de Lucía D´Angelo en la web de la sede). Dicho paso se realiza “con los mismos recursos que el analizante maneja” en su particular “paso de analizante a analista” (ibid). Para ello, en mi opinión, resulta necesario contar con una comunidad (analítica), al igual que el pase y el pasante deben de ir acompañados de ésta. Entonces, estaría bien plantearse ¿con qué comunidad contamos para tal fin?
Si consideramos que la Escuela del Pase es aquella que se hace causa del deseo de pase y lo instaura en el horizonte, el momento actual es una buena ocasión para investigar: ¿Qué es la Escuela del pase? y, en consecuencia, ¿Qué Escuela del pase queremos?
Las diversas versiones de Escuela que hemos ido trabajando últimamente: Escuela-sujeto, Escuela-analizante, Escuela del pase… son enunciados que requieren ser vaciados de la buena manera y ello es una tarea de los analistas-analizantes, o lo que es lo mismo, de los analistas en posición analizante. En este sentido, estas versiones que se construyen deberían fundamentarse en la Escuela como vacío, la cual puede tomarse como el enclave de una comunidad cuyo deseo apuntaría a sostenerla y acompañarla. De esta manera, me parece que cada trabajo y cada aportación tienen como orientación principal reintroducir el agujero de saber en el corazón de la Escuela.
Preservar el vacío en cualquier empresa requiere de un anudamiento RSI. En una comunidad analítica por estar advertida del real en juego, la apuesta es más seria. La cuestión aquí es verificar si hay posición de deseo de estar dispuestos a agujerear el saber de manera que las invenciones sean posibles. Luego entonces, estar dispuestos a querer extraer de ellas un saber útil para el avance de la clínica y del psicoanálisis mismo.
A mi parecer, quizá esta tarea de restituir el vacío, siempre por reintroducir de manera continua, se acercaría mejor a la idea de comunidad analítica, es decir, una Escuela que produzca una comunidad, soporte necesario para su ex-sistencia.
Una de las aportaciones finales de esta reunión de trabajo fue la introducción del tema del futuro “Colegio del pase” de la ELP. Será un lugar que pretende poner al trabajo interrogantes que giran alrededor de un núcleo de ignorancia, el cual nos orienta: ¿qué es un analista? (en la Escuela que hoy queremos).
Esperamos que el producto de las investigaciones próximas sean provechosas para la comunidad analítica en su relación con el interior de la Escuela y con su exterior.
Rosa Godínez
- Título
- Los restos pensables
- Fecha
- 20/04/2010
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Antoni Vicens
- Descripción
- El pase, como todo acto, define una ética. La ética del psicoanálisis proviene del reconocimiento de la pulsión de muerte como componente ineludible del goce. En el pase, eso se dice, a la manera de cada cual. Podemos acercarnos a los modos en que Lacan propuso el final del análisis, y el pase, en términos de ética. En el pase, desde la demanda de entrar en el dispositivo, hasta el testimonio y las enseñanzas de un AE, se trata de decir: de un bien decir, ni loco ni débil, al menos por un breve instante de subversión.
El pase, desde la propuesta de Jacques Lacan, corresponde a una desidealización del psicoanálisis. El pase es consecuente con una ética, la que se define respecto de un objeto inexistente fuera del discurso psicoanalítico. Ese objeto fue definido como “objeto parcial” por Melanie Klein y sus discípulas. Lacan añadió que había que leer la parcialidad de ese objeto como la de “un objeto aparte”. En su Seminario 7, La ética del psicoanálisis, Lacan toma a ese objeto como das Ding, la cosa, el objeto sin concepto y sin utilidad, aquello que está en lo más alejado del sujeto y que a la vez resulta más próximo que cualquier prójimo. Se trata en realidad de la relación del sujeto con la contingencia de la que surgió, a la que podemos llamar también la ausencia del Otro. Ese objeto circula luego por los seminarios siguientes; por ejemplo, en el Seminario 10, La angustia, corresponde a un objeto sin concepto y a una imposibilidad inscrita en el corazón de la subjetividad, y toma el valor de un agujero en el saber. En el Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, ese agujero en el saber se transforma en un borde: el que delimitan los cuatro conceptos como designaciones de un único objeto, el objeto a, causa del deseo y de la división subjetiva en la que ese deseo se separa de la demanda.
Y ese objeto a entendido como causa del deseo, toma su forma máxima de operatividad especialmente como objeto causa del deseo del analista. En el discurso analítico, que puede tomar el ser del sujeto como su objeto a, por lo que tiene de devoración, de expulsión, de mirada y de voz, el sujeto es subvertido en tanto que no es soberano del lenguaje. El sujeto del discurso psicoanalítico no es causa de sí mismo, ni tan solo de sus representaciones: es la representación que falta, y como tal es causado por la cadena significante.
Si vamos a la última enseñanza de Lacan, habremos de distinguir la ética del síntoma de la ética del sinthome. La primera está relacionada con das Ding, es decir con esa falta en ser causada por el hecho mismo de que el ser del sujeto se encuentra en la dimensión de un objeto. Nada permite una recuperación de esa pérdida, y la consistencia del deseo proviene de la configuración lógica de lo imposible (aunque sea vivido como impotencia, incapacidad o insatisfacción). Proponemos aquí que la ética del sinthome se puede cualificar desde las dos posiciones subjetivas de la psicosis y de la debilidad mental, en tanto diferenciadas del delirio generalizado y de la universalización de lo mental en nuestra civilización.
Volvamos ahora al Seminario La ética del psicoanálisis. En él Lacan defiende una desidealización del psicoanálisis a partir de la exclusión de tres ideales bien constituidos en la cultura general, cuyas pretensiones de universalidad desinfla: el amor perfecto, la autenticidad de conducta, y la no-dependencia. El ideal del amor cumplido sería el ideal del amor genital: el amor terapéutico, satisfactorio. Pero a ese ideal debemos insertarle el punto de ignorancia que tan bien supo sostener Freud: Was will das Weib? ¿Qué quiere una mujer? ¿Qué desea, ella? Pero también queda en entredicho la doctrina corriente del amor, que lo presenta como un sentimiento, incluso tratable con las píldoras del cognitivismo. El amor no es un ideal, en la medida en que es la metáfora de la muerte y, como tal, aparece como un trazo escrito que desafía a la contingencia del ser hablante. El amor nos sitúa frente a la alternativa que empareja, de un lado, la falta de sentido del sexo, para la que Lacan proponía la escritura “ab-sentido”, o “ab-sente”, y, del otro lado, el sentido que responde al “ab-sexo”. Digamos que el amor hace signo: signo de la pulsión de muerte.
El otro ideal proviene de la imaginada autenticidad de nuestros actos. Si el psicoanálisis incorporase este ideal como algo propio, su práctica sería un trabajo de desenmascaramiento. Pero el trabajo analítico encuentra el límite del semblante mismo. La verdad de la verdad no existe, y lo dicho no tiene como límite ninguna verdad definitiva. El decir se sitúa siempre en la dimensión de lo que es “como si”, como As if. Por eso nuestra técnica se detiene a medio camino en ese desenmascaramiento. No queremos revelarlo todo: el todo no es nada. Si le quitamos el velo a todo, no encontramos nada.
El tercer ideal al que se refiere Lacan es el del sujeto de la no-dependencia. De la denuncia de este ideal se siguen consecuencias de largo alcance para la clínica. El beneficio secundario del síntoma, tal como Freud lo describió, proviene de la ilusión de no-dependencia que el sujeto extrae de su dolencia. Ofrecer el síntoma a su interpretación aparece como una pérdida de autonomía, y el sujeto no quiere ceder ahí. El deseo lo es del Otro, lo que significa que descubrir que el síntoma es el sucedáneo sufriente de un deseo que no quiere ser admitido como un poder inconsciente, es una cesión de soberanía. El anarquismo antifreudiano encuentra ahí su raíz. El inconsciente aparece entonces como un amo contra el cual hay que rebelarse; resulta preferible el sometimiento a la ignorancia que el saber que se pierde. A partir de ahí, se deduce lo que llamamos la política del síntoma, que corresponde al saber cómo gestionar la cuota de soberanía recuperada en el análisis, negociable con la sumisión al 1 amo, el lenguaje, o al amo supremo, la muerte.
Estos tres ideales caen al final del análisis. El analizado encuentra un modo de operar con su deseo para dejar que se formen los hábitos que lo conducirán en la vida. El analista de la Escuela, en su testimonio y en su enseñanza, se vale de esa experiencia de caída para interpretar la Escuela cuando ésta confunde –lo que es de regla– su inscripción en un espacio legal administrativo con los fines del psicoanálisis. En esta confusión, el psicoanálisis se presenta como defensor de los ideales descritos más arriba. Pero el analista de la Escuela es siervo del discurso que lo ha llevado hasta ese punto en el que reconoce que hay otros psicoanalistas.
En una dimensión más concreta, el final del análisis queda indicado por Lacan de modos diversos a lo largo de su enseñanza. A la altura de su escrito Función y campo, de 1953, en el final del análisis se trataría de haber pronunciado la palabra primera, o primigenia, equivalente al fort/da con su valor de entrada primera en el inconsciente. El análisis terminaría con el Da que da comienzo al mundo, o como la articulación fundamental que hace surgir un sujeto de la demanda. El Da, al final del análisis, coincidiría con el dasein, aquello que uno es y que no tiene otra justificación para su existencia que la afirmación “aquí está”. Lo que se espera de un psicoanalista es que conduzca a su analizante hasta el punto en que puede surgir una palabra con categoría de oráculo, lo que provoca la única respuesta del sujeto: “entendido”.
A la altura del Seminario VII, La ética del psicoanálisis, de lo que se trata en un análisis es de llegar a decir la cosa indecible, la cosa de la Ley inconsistente, aquella que lleva la marca trágica de la culpabilidad sin precio. Se trata de decir el poder de la Ley, de aquella Ley que es causa de las leyes del superyó. El pase debería recoger entonces el testimonio de la dimensión trágica que encuentra como enunciado la frase de Edipo: “mejor sería no haber nacido”. Una vez dicho esto, la deuda de la vida puede matizarse como un goce soportable.
En el Seminario X, La angustia, permitiría definir el final del análisis a partir de ese afecto, como aquella vivencia que nos hace objeto separado de todo contexto legible. El seminario de Lacan muestra de qué manera esa vivencia se transforma, merced al análisis, en la separación lógica de un objeto, con el permiso de gozar de él a nuestra guisa. Léase en ese Seminario la referencia al Eclesiastés y a la autorización divina a gozar de la mujer amada. En este sentido, el pase procedería de la posibilidad de encontrar una indicación testimonial de esa separación. El pase recogería de qué manera quien ha atravesado la experiencia del análisis puede testimoniar que el objeto a, el objeto que tenemos para gozar, a la vez nos tiene. Entre el ser y el tener surge entonces un decir transmisible para la Escuela.
En su Seminario XI, Los cuatro conceptos, y en la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Lacan sitúa el final del análisis como la demostración de que el sujeto, al objeto que surge como causa de su deseo, en lugar de exiliarlo, o de tomarlo como lo unheimlich, lo acoge como algo querido, y con ello se hace una conducta. En el pase se recoge el testimonio de esa travesía del fantasma, con el punto final de locura momentánea que sería vivir fuera del fantasma. Esa travesía se demuestra en la reducción que hace el pasante del dominio sentido como fuera de todo lugar, a la posibilidad de enunciarlo con una frase transmisible. El pase es la demostración de que es posible decir el objeto que uno es, y cómo una ex-sistencia proviene lógicamente de ahí. Se trata de decir bien lo imposible.
Cuando nos planteamos las formulaciones que explicitarían el final del análisis, y su transmisión en el pase, en la época de la más última enseñanza de Lacan, encontramos ciertamente dificultades. El recorrido por la ética del psicoanálisis no lo explicitaría todo, pero quizás alguna cosa.
Intentemos partir ahora, para ordenar la ética del psicoanálisis, en el pase y en el testimonio orientativo que se espera de un analista de la Escuela, de una frase de Lacan citada muchas veces: “Entre locura y debilidad mental, no nos queda sino elegir” (Seminario XXIV, L’insu-que-sait de l’une-bévue, lección del 11 de enero de 1977, en Ornicar? 14, página 9). Es una frase radical, en el sentido de que parece indicar una elección libre entre dos caminos incompatibles. Supongamos que salimos del análisis con la certeza de una elección en esa alternativa. Habremos de convenir que, si la encontramos al final, es porque fue una elección que el sujeto había hecho en el principio, como destino primigenio de la pulsión. Encontraríamos aquí el mismo movimiento al que Lacan se refiere al comienzo de su enseñanza como “la insondable decisión del ser”, a la cual remite la causalidad de la locura. (Lacan, Escritos, pág. 168) Era ciertamente mostrar el camino para la desconfianza sobre todas las formas de apropiación científica y causal de la locura. Con esa expresión, Lacan sitúa la locura en una elección del sujeto, y no en ninguna cualidad del objeto.
La alternativa se sitúa en una dimensión ética, que proviene de la soberanía del discurso, donde el sujeto debe inscribirse forzosamente. Ante esta situación, la debilidad mental consiste en elegir el flotamiento entre discursos (Lacan, en su Seminario XIX, ...ou pire, da esta definición: “Denomino debilidad mental al hecho de que un ser, un ser hablante, no esté solidamente instalado en un discurso. … entre dos discursos, flota”. Lección del 15 de marzo de 1972, inédita). Por su lado, la psicosis ha sido caracterizada por Lacan como el hecho de estar fuera de discurso.
La debilidad mental fue descrita por Maud Mannoni en su libro L’enfant arriéré et sa mère, de 1964. Lacan lo comentó en su Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, donde habla de la debilidad a partir de la reducción del sujeto por parte de la madre a ser “el mero soporte de su deseo en un término oscuro”, y la consiguiente introducción de “la dimensión psicótica (…) en la educación del débil mental” (Los cuatro conceptos..., pág. 246). Rosine y Robert Lefort, en su artículo “La réalité de la debilité mentale” (Revue de l’ECF, nº 11) hablan de falta de la imagen de la castración en la debilidad mental (que no es para ellos una estructura, sino un avatar o un tropiezo en el desarrollo de un síntoma). Sin imagen de la falta, el sujeto vive entonces en una atmósfera de posiblidad de escritura de la relación sexual. Las mujeres son para él, y tal como queda ilustrado en la novela de Dostoievsky, El idiota, un doble imaginario. Gracias a este apoyo imaginario, su cuerpo es un Uno sin falta. El débil se apoya en el Otro, como si existiera; y no se autoriza a saber porque defiende al Otro como lugar intacto de la verdad (cf. el artículo de Pierre Bruno, “Sur la débilité mentale”, en Ornicar? 37). El débil se identifica con el deseo de la madre como “objeto oscuro”; de modo que saber es, para él como para todo el mundo, separarse de esa oscuridad mental. Por su parte, en el seminario ...ou pire (1972, lección citada), Lacan se refiere al débil y a su “búsqueda de garantía de un Otro no engañado para asegurarse como sujeto”. Vemos de qué manera la debilidad mental se proyecta públicamente como la dimensión de lo mental, como el angelismo del encuentro de todos los discursos, como el negacionismo del desencuentro entre los sexos, y como la ilusión que hace del lenguaje algo innato, inscrito en las neuronas. De este modo, el débil es alguien que no lee entre líneas, seguramente porque toma el lenguaje como algo puramente lineal, sin repetición. Es un sentimental; es alguien que siente como mental, irreductible a lo imaginario (cf. el Seminario 23 de Lacan, Le sinthome, pág. 37). La debilidad mental se generaliza hoy bajo el nombre de lo mental, y las formas de su tratamiento.
La psicosis, al menos la psicosis paranoica, proviene de la continuidad de los tres aros, real, imaginario y simbólico. La psicosis se generaliza hoy como la dimensión de lo social cuando es delegada a un sujeto anónimo, denominado “la gente”, que el capitalismo hace mercadería, o consumidor de mercaderías. Lo social es lo general, lo que se puede afirmar como dictum de omni et nullo, es decir, de todos y de nadie a la vez. Es el “ellos” paranoico del que el yo está excluido, es el “nadie” de la esquizofrenia en el que el goce instala su cuerpo, frente al cual se propone la suplencia de una personalidad libre, lo que supone de goce libre, en definitiva libre de goce.
Para referirnos entonces al final del análisis, debemos llevar esta alternativa entre psicosis y debilidad hasta sus últimas consecuencias. Según esto, el pasante, ante el dispositivo, y luego en sus testimonios, hace explícita la decisión que tomó en esta alternativa, y de la transformación ética que ha dado a su fatum.
El AE es entonces un débil que no ha devenido canalla. Lacan sentenciaba en el prólogo a la compilación de documentos La scission de 1953 hecha por Jacques-Alain Miller, referida a los avatares de los psicoanalistas reunidos en las sociedades psicoanalíticas: “El débil, sometido al psicoanálisis, se torna siempre un canalla.” Siendo así, el débil, en el pase, da testimonio de una resolución no societaria de su síntoma. Esto quiere decir que ya no se queja de la inexistencia del mundo para instalar ahí su no-querer-saber-nada; y que no toma la posición del go-between entre los discursos, ni sostiene el pensamiento mágico de la astucia de la razón.
O bien es un psicótico, pero que no lleva el rigor de la letra hasta la paranoia. De la inconsistencia del Otro no extrae ninguna creencia, ni una defensa delirante del rigor del Otro.
En ambos casos hay una pérdida del beneficio secundario del síntoma. El débil se condena a extraer de su debilidad la pasión de la ignorancia. El psicótico se instala en el rigor de un saber que no rinde cuentas al Otro.
De no ser así, la debilidad se proyecta en la ideología de lo mental; y la psicosis deviene en el cinismo de la ingeniería social.
. Antoni Vicens
- Título
- ¿Cómo reconocer el acto?
- Fecha
- 23/03/2010
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Vicente Palomera
- Descripción
- Uno de los problemas estructurales del pase se sitúa no del lado de los pasadores, pasantes o AE, sino del lado del cartel, del que se espera un trabajo. Los carteles deben zanjar la cuestión con un sí o un no, sin partir de una tesis sobre el pase al analista, sino a partir de del caso particular de cada pasante. En esa tarea que incumbe a los carteles, son estos los que están en el banquillo en lo concerniente a reconocer las condiciones de posibilidad del acto analítico. ¿Se puede esperar del pasante que sea él mismo quien dé la fórmula de ese pase al acto analítico o al deseo del analista? Para despejar esta cuestión, partiremos de la aporia que Lacan formula en "La equivocación del sujeto supuesto al saber" (1967), según la cual en el pase al acto analítico "el objeto es allí activo y el sujeto subvertido".
Texto elaborado a partir de la presentación del espacio del pase correspondiente al mes de marzo en el que intervino Vicente Palomera.
El pase mutante
La ELP es, decimos, la escuela del pase. Me gustaría problematizar un poco esta afirmación porque, como es sabido, a base de ser repetidas las frases acaban por perder su potencial de cambio y de deseo. Para contrarrestar esta inercia me parece útil plantear algunas cuestiones de base para el debate.
- El pase es un lugar de paso.
Como dispositivo, cada uno que se presta a formar parte de los componentes del pase está de paso. Nadie permanece. El pasante, como su nombre indica, hace pasar algo de su convicción íntima pasando él mismo por el dispositivo. El pasador está en función por un tiempo limitado, los componentes del cartel también. Todos pasan, ninguno se queda.
Esto no hace que el pase sea menos una experiencia, al contrario, me parece que su temporalidad fugaz más bien contribuye a que cada uno de los que participan en el dispositivo tenga conciencia de tener que aprovechar el tiempo.
- El pase no tiene propietario.
Si la esencia del pase es pasar, sería entonces una incongruencia que alguno tratara de apropiárselo. El pase no pertenece a nadie, no tiene amo. El amor hace su brillo, el amo su embrollo. Digo incongruencia pero se podría decir también ilusión, la ilusión de pensar que podría haber “especialistas del pase”. Quizá para algunos fuera un alivio poder delegar en otros lo que en la escuela es responsabilidad de cada uno, pero lo que resultaría de ello no sería el pase, sería otra cosa.
Lo que digo no es algo nuevo, Lacan ya advirtió repetidamente de la pendiente a la especialización, que es una de las “enfermedades laborales” de los psicoanalistas. Hemos visto, en otras épocas por ejemplo, la extensión y los resultados de los “especialistas en niños”, así como de los “especialistas en salud mental”. Entonces la versión “especialistas del pase” entraría en esta misma vena.
- El pase es un mutante.
Parte de lo que ocurre hoy en la escuela se debe a las mutaciones producidas por la última y la muy última enseñanza de Lacan, tal como nos llegan de la orientación lacaniana de Jacques-Alain Miller. Estas mutaciones han tocado irremisiblemente la concepción que hoy tenemos del final del análisis y del psicoanálisis mismo. También hay que tener en cuenta las mutaciones propias de la Escuela como institución, que tampoco puede permanecer idéntica a si misma, sobre todo en estos momentos de ataques frontales contra el psicoanálisis.
Hacernos una idea de todos estos cambios, individual y colectivamente, no resulta nada fácil. Lograrlo depende en parte de encontrarse en buena disposición, una buena disposición transferencial con el psicoanálisis, seguramente empezando por el propio y también interesándose por el de algunos otros. Es lo que llamamos affectio societatis, o incluso escuela de analizantes.
Sin el deseo de cada uno, el pase, la escuela, el psicoanálsisis mismo son significantes sin vida, que alguien puede desear colgarse en la solapa como una chapa (“medallas de chocolate” ironizaba Lacan), pero allí solo encuentran su verdad las susodichas “especialidades”.
Para no quedar como antiguos combatientes (de gestas siempre pasadas), se necesita una transferencia de escuela, hacia el psicoanálisis en lo que tiene de vivo y por tanto de mutante.
- El pase necesita a todos.
No hay pase sin escuela, también decimos. Pero, ¿qué quiere decir esto? Para mí, hoy, quiere decir que no se puede pasar solo, no se pasa sin algunos otros. Como en el Apólogo de los tres prisioneros de Lacan: cada uno sale solamente si salen los demás.
Desde esta perspectiva, a mi modo de ver, en el pase todos ganan. Cada cual gana algo haciendo la experiencia de interesarse por el pase, de incluirse no solamente en el dispositivo sino sobre todo en su lógica. A condición, eso sí, de aceptar que la traducción lacaniana de ganar significa perder de la buena manera.
Se ha acentuado tanto el lado uno por uno, se ha dicho tanto que el pase no es para todos, en el sentido de su no-obligatoriedad, que puede haberse producido un malentendido (un mal malentendido, por así decir) en el sentido del desinterés: “total, si no me necesitan…”.
Pero el pase no puede convertirse en asunto de unos pocos ni de una élite, sería una idealización perniciosa cuando lo salutífero del pase es su realismo, es que cada uno se interesa por él desde donde se encuentra analíticamente, lo cual no es algo que se cierre de una vez y para siempre. En la lógica del pase se está desde el deseo (siempre embrollado, siempre parcial) y no sin algún ideal (más o menos maltrecho).
La realidad es que el pase necesita de muchos, de todos. No solo se necesitan pasantes, que no existirían sin analistas que sostengan la experiencia y el acto analíticos; no solamente se necesitan pasadores, que no existirían sin AMEs que los reconozcan y propongan, como ellos han sido reconocidos por los órganos de la garantía; no solamente se necesitan miembros de la escuela dispuestos a participar en el cartel, también se necesitan lectores interesados de los documentos que los carteles elaboran… ¿Qué sería de un AE con solo unos cuantos elegidos como auditorio para recibir sus enseñanzas?, ¿para qué, para quién, entonces el pase?
Todos estos elementos, necesarios para la existencia del pase, como otros sobre los que no me extiendo aquí, no surgen espontáneamente de una institución sino que se producen como resultado de una lógica colectiva que, hoy por hoy, tiene el nombre y la forma de escuela. Por eso no hay escuela sin pase pero tampoco pase sin escuela. Cuando el pase no va: cherchez la escuela.
En conclusión, el pase no se sostendrá por la decisión de unos pocos, aunque necesaria no suficiente. Esto pudo funcionar para encenderlo, para empezar en los inicios, pero nos necesita a todos para continuar. El pase tiene mucho que enseñar y nosotros mucho que aprender.
En épocas de cambio es cuando el real sobre el que se asienta la escuela se deja leer un poco. A esto se dedica el debate actual.
Anna Aromí
- Título
- El pase bajo examen
- Fecha
- 23/02/2010
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Estela Paskvan
- Descripción
- El debate sobre el pase en las Escuelas de la AMP interroga tanto la clínica del final de análisis como el dispositivo mismo. Respecto de la primera se plantean preguntas a ras de la experiencia. ¿Cómo terminan (o no) los análisis? Si la tranferencia no vuelve a cero, si el síntoma no se disuelve ¿qué concluye? ¿Destello de la verdad u opacidad del síntoma? ¿Se muestra o demuestra? ¿Qué pasa con los AE después del pase? Si las preguntas no faltan, las respuestas tampoco sobran.
En la noche del 23 de febrero escuchamos en el Seminario del Pase, con la sala llena de asistentes, el trabajo de Estela Paskvan, psicoanalista miembro de la ELP (Comunidad de Cataluña) y AE en el período 2002-05.
En la apertura de esta actividad de formación, Rosa Godínez mencionó un párrafo que escribió en el inicio del curso 2009-10 Antoni Vicens, AE, responsable de este Seminario. Dice así: “Ayuda mucho que la Escuela haga caso de la transformación de un psicoanalizante en psicoanalista. El dispositivo del pase busca un saber sobre este paso; para la Escuela es la vida”. Se puede apreciar en estas líneas la centralidad del tema del Pase en sus tres niveles epistémico, clínico y político; de ahí su elección.
Acto seguido se hizo una lectura de la presentación on-line que había escrito Estela Paskvan, donde destaca que el debate sobre el pase interroga también la clínica de los finales de análisis, lo cual promueve “preguntas a ras de la experiencia”. Se subrayaron las cuestiones que trajo como interrogantes a debatir que, luego, a lo largo del trabajo, fueron tomando la siguiente forma: ¿Cómo terminan (o no) los análisis? ¿Qué es lo que concluye al término de un análisis? ¿Qué ocurre con la transferencia desde el inicio hasta el final? ¿Cuáles son los obstáculos que encontramos para que los análisis terminen? ¿Esplendor de la verdad frente al goce opaco del sinthome? ¿Qué se demuestra y qué se muestra? ¿Qué se modifica y qué no? ¿Qué función tiene el resto analítico? ¿Cuál es la satisfacción del analizante en el término de su análisis?
Estela Paskvan se ocupó de estas y otras preguntas, desde su propia lectura y experiencia, recurriendo a Freud y a Lacan en sus respectivas posiciones teóricas en relación con la transferencia: ¿Qué es un análisis? ¿Cuál es su final? Sus aportaciones, a su vez, trajeron la orientación de Jacques-Alain Miller en su curso de 2008-2009, Cosas de finura, entre otros textos, donde aborda la cuestión central –¿Qué es un analista?–, y da elementos para trabajar estos interrogantes aquí expuestos.
A través de las preguntas y contribuciones de muchos de los presentes se acordó la importancia de poder tratar, entre nosotros, estas cuestiones sobre la clínica del Pase, en tanto acontecimiento, desde un lugar privilegiado: el lugar analizante. Una de las preguntas claves que Estela aportó y que resonó de manera especial en la sala fue: ¿Cómo proseguir en posición analizante? En mi opinión, desde aquí, cada uno, en su particular transferencia al psicoanálisis y a la Escuela, puede y debe preguntarse qué es un analista en el final de análisis, y cómo opera éste para el sostén de su acto. Lo cual nos obliga, de la buena manera, a ir a los fundamentos teóricos y clínicos para esclarecer qué es un analista en el interior de la Escuela Una, y en su exterior en el mundo.
Rosa Godínez
- Título
- El viento de Valencia, la Escuela y el pase
- Fecha
- 24/11/2009
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Xavier Esqué
- Descripción
- El viento de Valencia, la Escuela y el pase
Por el corredor abierto por Jacques-Alain Miller con el Journal des Journées y las Jornadas de la ECF, la apuesta es que el viento de Valencia desplace viejas rutinas para abrir un debate amplio sobre la Escuela y sobre el lugar que el pase tiene en ella. La discreción necesaria que requiere el funcionamiento del dispositivo del pase no debe impedir atravesar un silencio casi religioso en el que nos hemos visto envueltos en los últimos años, fundamentalmente a raíz de las pocas demandas de pase existentes. Por consiguiente, una pregunta se impone: ¿qué lugar tiene el pase en nuestra Escuela? ¿O acaso se piensa que el pase tan solo atañe a pasadores y pasantes, al cartel y al secretariado?
El pase, en una Escuela que se orienta en la enseñanza de Lacan –Escuela del pase–, incumbe a cada uno de sus miembros puesto que interroga el real de la experiencia analítica, un real que conduce a su propio desconocimiento y hasta produce su negación sistemática. En efecto, interpretar las escasas demandas de pase de los últimos años al estilo del caudal de un río que en determinados años baja más lleno y otras no tanto no se sostiene más. La situación actual es de alerta, estamos más bien ante un estancamiento. En relación al pase nos encontramos en un impasse. La Escuela del pase no se consigue por el solo hecho de implementar el dispositivo y dejar que funcione solo, en un automaton. La Escuela del pase hay que conquistarla y por tanto merecérsela día a día.
Existe una paradoja en relación a la Escuela y el pase. Para que exista el pase, para implementar el dispositivo es preciso que haya Escuela. Los más mayores podemos recordar la disolución de los grupos psicoanalíticos y nuestro deseo de Escuela en función del pase. En efecto, para presentarse al pase es imprescindible una confianza en el procedimiento y por tanto en la Escuela. Pero también es cierto que sin pase no hay Escuela, sin pase lo que se hace cada vez más presente es la asociación, la sociedad, y sabemos muy bien por Lacan que la pendiente de toda sociedad analítica es la SAMCDA.
La Escuela tiene por función velar por la articulación de tres dimensiones esenciales: producción de analistas, formación de los analistas y práctica analítica. Es en el pase dónde se verifica al analista en tanto producto de su análisis. También el pase está en relación estrecha con la formación en el sentido de que el pase exige del psicoanalista creer en el inconsciente para reclutarse, hasta el punto de que Lacan redujo la formación del analista a las formaciones del inconsciente. Por último el pase concierne también a la práctica, incide en ella, la determina, puesto que, como señala Lacan, cambia la demanda con fines de formación. De ahí que cuando el pase no anda el nivel de la producción de analistas se encuentra tocado, cosa que incide directamente también en la formación y la práctica. Es más, la pendiente entonces es que las cosas recaigan en exceso sobre la práctica.
Si tomamos la distinción que J.-A. Miller hizo entre el psicoanálisis como perspectiva y el psicoanálisis como práctica, tenemos que el psicoanálisis como práctica pasa por la conexión entre real y sentido, es decir, por el semblante; mientras que el psicoanálisis como perspectiva apunta al real sin ley, al real fuera de sentido. El psicoanálisis como práctica debe, por tanto, estar estrechamente ligado al psicoanálisis como perspectiva; sólo teniendo en cuenta esta última dimensión es posible seguir reinventando el psicoanálisis y producir un semblante nuevo para el psicoanalista.
Entonces ¿hasta qué punto nuestra Escuela, la ELP, se encuentra concernida por el pase? Se trata de iniciar una conversación, de abrir un debate sobre el pase que nos permita encontrar su imposible.
¿Cómo vivificar nuestra relación con la causa analítica? ¿Cómo relanzar el deseo de pase? Evidentemente, no desde la exigencia superyoica, tampoco contando únicamente con el ideal. El ejemplo de lo logrado por J.-A. Miller con el Journal des Journées y las Jornadas de la ECF nos debe orientar. Se trata de tomar la vía de la relación al inconsciente, la vía del bien decir, es decir, tomar a cargo nuestra posición esencial en relación a la Escuela, nuestra posición analizante.
Al fin y al cabo, la Escuela del pase no es otra cosa que una Escuela de analizantes.
Xavier Esqué
La Escuela después de Valencia. Una Escuela de la Enunciación
El martes 24 de noviembre tuve la ocasión de presentar el trabajo que Xavier Esqué preparó a invitación de Antoni Vicens, Analista de la Escuela, para la segunda reunión de trabajo del Seminario del Pase de este curso 2009/10 orientado a tratar las cuestiones entorno a la política del Pase. Dicho trabajo nos movió a la formulación de una serie de preguntas y cuestiones de extrema actualidad. Partimos de hacer nuestras las preguntas que Xavier escribe en su presentación: ¿Qué es una Escuela del Pase? ¿Qué lugar damos al Pase en nuestra Escuela? ¿Quizá creemos que el pase sólo atañe a pasadores, pasantes, al Cartel y al Secretariado?
Nos acogemos a su propuesta de aprovechar el “corredor abierto” tras las últimas Jornadas de l´ECF en París y tras el viento que sopla de Valencia. Creo oportuno agregar, tras los efectos en cada uno del vacío logrado por la Escuela a partir de la invitación a que cada cual, en su tiempo y a su manera, se pronuncie al respecto de la política de Escuela, en la Escuela. Apostamos entonces por continuar en la lógica abierta de ofrecernos un tiempo de ver, comprender y eventualmente concluir respecto al lugar que cada Uno desea en relación a la Escuela del Pase. Con este marco quiero dejar constancia del decir que se produjo en la sala en el tiempo que abrimos, desde la mesa, para la conversación. He escogido una serie de enunciados dichos por cada uno de los participantes –primero fue el trabajo de Xavier, luego la intervención de la sala–, y los he puesto en serie respetando, más o menos, el orden en que iban surgiendo en la voz de cada cual:
–Estamos en un momento de despejar un silencio ensordecedor.
–El propósito es relanzar el deseo de Pase en el lugar de la Escuela como sujeto.
–¿Estamos en un impasse en relación al Pase?
–¿Somos verdaderamente una Escuela del Pase tal como la fundó Lacan?
–La Escuela del Pase hay que “ganársela, merecérsela cada día”. Para ello es básica la confianza de uno hacia la Escuela, de la Escuela hacia cada uno.
–Sin la orientación del Pase no hay Escuela (puede haber sociedad, mutua, sindicato…).
–¿La Escuela del Pase no es para todos? ¿O sólo para algunos? No se trata de una obligación, se trata de un deseo particular, deseo de Pase. Eso sólo puede producirse si uno lo quiere y lo pide.
–Si la Escuela del Pase es la orientación, ¿por qué faltan demandas de pase? ¿Cómo se sostiene pues lo real propio de la experiencia analítica?
–Antes de la instauración y apogeo de los CPCT algo ya cojeaba en relación al Pase.
–Algunas interpretaciones de por qué no hay demandas de Pase: por increencia, por temor al no, por temor al sí. ¿Puede ser también por la supuesta presión del AE tras su nominación en el tiempo de su enseñanza? ¿Quizá una decantación hacia la protocolarización en detrimento de la singularidad particular?
–¿Qué quiere decir la “Escuela del Pase”? Diferenciemos el procedimiento del Pase del deseo de Pase.
–Se impone que nos preguntemos sobre los finales de análisis (lo cual nos lleva a la responsabilidad de cada uno sobre su propio final de análisis). –La Escuela como Escuela de Analizantes. Desde ahí se puede alojar el deseo particular de Pase.
–La pregunta por cómo finalizan los análisis es una pregunta propiamente analizante. Surge de una posición de trabajo.
–Sobre el final de análisis: también es una pregunta del analista.
–El Pase tal vez es el ejercicio más refinado de enunciación. Se ha abierto, a partir de lo promovido por J-A. Miller, la Escuela de Enunciación.
–A partir del punto vivo de la enunciación se pone en juego el orden de la transmisión. ¿Qué responsabilidad tenemos en este punto? ¿Dónde nos abstuvimos? (y también, ¿dónde nos obstruimos?).
–Hablar del Pase también es hablar de la función y la lógica del pasador, habida cuenta de la importancia de su lugar: “placa sensible”, “el pasador es el pase”, herramienta central de transmisión. ¿Qué ocurre si se nombran pasadores y no hay pasantes?
–El Pase como Ideal: sólo es para algunos privilegiados, afortunados? ¿Puede incidir esta interpretación en que muchos sientan que el Pase no va con ellos?
–Deseo de Pase y deseo de Escuela como algo a discernir y diferenciar.
–Hacer una demanda de querer ser miembro de la Escuela es el producto de la experiencia analítica de cada cual concernido, de un deseo particular. ¿Por qué un tiempo tan dilatado entre el decir de aquel que pide su entrada y la respuesta de la Escuela?
–Los procedimientos institucionales siempre comportan sus desarreglos e inconvenientes para todos y cada uno de los implicados.
–Si apostamos por una Escuela que “merezca”: ¿Qué posición, qué división debe atravesar la Escuela para que sea confiable, deseable?
–Cada momento político ha determinado un final de análisis. Es importante determinar qué pide cada uno a la Escuela.
–Es necesario otro momento instituyente para el Pase.
–El Pase dirigido no sólo a su interior sino también al Otro exterior, al Otro social. El Pase como herramienta útil para el Otro.
–Caída vertiginosa del interés y/o el deseo de Pase. Antes del Otro social hay que dirigirse al interior, ver qué ocurre y cómo orientarse primero en el interior de la Escuela.
–¿Con quién contamos para el sostenimiento del psicoanálisis? ¿Quién hoy quiere sostener y cómo sostener su deseo de querer ser psicoanalista?
–Al fin y al cabo: cómo sostener la pregunta: “¿psicoanalista… soy ?” – a la que cada Uno nos hemos comprometido por el hecho mismo de ser analizantes, miembros de la Escuela.
El debate concluyó con un “continuaremos (trabajando)” y con un aplauso que emergió del cuerpo de cada uno por el trabajo realizado entre todos.
Rosa Godínez
- Título
- El testimonio de Joyce como autorretrato sin espejo
- Fecha
- 27/10/2009
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Rosa Godínez, Antoni Vicens
- Descripción
- El testimonio del AE no es un autorretrato; o si acaso lo es como los autorretratos de Joan Miró, que parten de la destrucción del uno imaginario, hasta llegar al trazo de brocha. James Joyce escribió su Retrato del artista en tanto joven bajo el signo de una ironía que aún no hemos acabado de descifrar. Supongamos que no rinde tributo a la imagen especular, que no acepta esa barrera para el goce. Entonces la verdad se muestra mentirosa, pero consigue inquietarnos y provocarnos para que encontremos el saber del semblante.
- Título
- El resto del pase
- Fecha
- 22/12/0200
- Horario
- 21:00 h.
- Participantes
- Miquel Bassols
- Descripción
- Con frecuencia lo transmisible de un pase se encuentra en los restos sintomáticos que el sujeto ha aislado en la experiencia analítica como irreductibles. Este resto aparece donde y cuando menos se lo esperaba, tanto para el propio pasante, para los pasadores o también para el cartel del pase. La función eminente que este resto tiene en el momento y en el dispositivo del pase parece así indicarnos, cuando se trata de un resto fecundo, que lo más decisivo se encuentra precisamente en el resto del pase.