Alocuciones institucionales
Alocución de la directora entrante, Irene Domínguez
Queridos colegas,
¡muchas gracias por vuestro apoyo, vuestra confianza y por vuestra presencia!
En estas primeras palabras como directora de la Comunidad de Catalunya de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, quisiera empezar agradeciendo calurosamente el trabajo de la junta saliente. Lo que hoy iniciamos, yo en la dirección y mis queridas colegas: Soledad, Andrea, Oriana y Carla, como miembros de esta junta, es un trabajo, un working-progress que sigue su curso desde su fundación.
Considero que tomamos el testigo de la permutación con una comunidad viva, implicada en el trabajo, con casi una trentena de nuevos socios y en medio de un momento renovado y muy interesante de la ELP y la AMP, donde hay nuevas fórmulas en juego en muchas esferas de su funcionamiento. Pero la vivacidad, no debe hacernos olvidar la fragilidad y el vértigo que la cimienta.
Quisiera compartir con ustedes un recuerdo y una lectura.
El recuerdo:
Hace casi dos décadas vi un documental, no especialmente bueno, sobre Jacques Lacan. No recuerdo de quien era. Éste concluía con las dos últimas palabras de Lacan antes de morir (ni siquiera sé la veracidad de las mismas) decía: “Insisto, desaparezco”. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¡Que dice! ¿Cómo va a desaparecer?! Estaba indignada. No obstante, esas palabras nunca dejaron de resonar en mí. Finalmente, ahora, hoy, pienso que son un sintagma muy preciso del A barrado.
Ahora la lectura:
Cuando Lacan, en la Proposición del 9 de octubre, piensa el pase como el corazón de la Escuela, está hablando del paso de analizante a analista… pero no solamente. Pienso que, de alguna manera, Lacan nos invita hacer extensible la estructura del pase, es decir, de ese espacio “entre”, de esa forma del “pasaje”, a la concepción de la arquitectura que soportan nuestras instituciones; incluso a la misión de hacer pasar el psicoanálisis a la cultura. Tal fue el pase de Freud. Y es lo que también nos anuncia Lacan con el paso del síntoma al sinthome, donde la solución alcanzada por el sujeto no está garantizada para siempre. Hay que renovarla, cada vez.
No queremos creer en la muerte, pero eso mismo nos hace mortificarnos creyendo que tenemos garantías frente a ella. No las hay. Pero que no haya garantías, es precisamente lo que nos empuja, lo que insiste, cada vez, a volver anudar la cosa, a volver hacer lazo entre nosotros, habitando el malentendido, fallando, aprendiendo de lo que encalla, volviendo a desanudar y reanudar. En el psicoanálisis y desde Freud, solo hay fracasos, lo importante consiste en tratar de que éstos tengan gracia. Es decir, que inspiren los nuevos intentos, los caminos por venir, para como decía Beckett “fracasar cada vez mejor”.
La juventud es un significante que hoy resuena con fuerza en toda la AMP. Resuena el significante y los cuerpos que la encarnan. La juventud es afín al psicoanálisis, que, como decía Hebe Tizio, es el mejor anti-age. La juventud tiene energía, ímpetu, empuje… y esa juventud es la que está presente también en aquellos que estuvieron desde su fundación, y siguen sosteniendo el deseo de hacer existir el psicoanálisis. La juventud del psicoanálisis, no es cronológica, sino lógica; es la que le hace la contra al narcisismo, al aburrimiento. Lo que no quiere decir que todo valga lo mismo. La tensión entre tyché y automaton es el baile que debe permitirnos habitar en ese espacio del pasaje, entre, que es pulsación.
Para ir concluyendo, este es un tiempo, como siempre, de reto. El reto que supuso introducir el psicoanálisis en la España post-franquista, el reto de hacer existir la democracia, el reto de hacerle la contra al avance del fascismo... Y nuestro reto, ahora, es tratar de mostrar, puesto que no hay demostración posible, que el psicoanálisis sigue y se seguirá transmitiendo, seguirá pasando, encarnando el deseo en nuestros cuerpos finitos, generando resonancias de ese bicho con el que Freud infectó la civilización, ese bicho que nos infectó a todos nosotros y que hoy, más de un siglo después, aún tiene mucho por decir.
Trabajar, amar y resistir, sin esperanza, pero con alegría. Hoy como ayer; y siempre: sintomáticamente.
Muchas gracias.