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Seminario del pase. El pase descompleta la Escuela

El dispositivo del pase tiene como objeto la nominación de Analistas de la Escuela, es decir, de aquellos a quienes se les “imputa contarse entre quienes pueden dar testimonio de los problemas cruciales en los puntos vivos en los que se encuentran para el análisis, especialmente en tanto que ellos mismos están en la tarea o al menos en la brecha de resolverlos”. Con ello, el saber extraído en el dispositivo toma como objeto el final del análisis, en la medida en que ese final nunca es esperado ni previsto, sino sorpresivo y, en sí mismo, una brecha en el muro del saber constituido. Es un saber cada vez nuevo, del que la Escuela toma pretexto para una tarea de renovación del discurso que la constituye.
Comisión: Anna Aromí, Laura Canedo, Antoni Vicens (responsable)

CALENDARIO

26 de octubre de 2010. 21.00 h
30 de noviembre de 2010. 21.00 h
14 de diciembre de 2010. 21.00 h
25 de enero de 2011. 20,30 h
22 de febrero de 2011. 20,30 h
29 de marzo de 2011. 20,30 h
26 de abril de 2011. 20,30 h
31 de mayo de 2011.
21 de junio de 2011.
Título
Del final de análisis como punto de capitón al fuera de sentido El pase en la Escuela y la irrealización generalizada
Fecha
21/06/2011
Horario
20,30 h.
Participantes
Xavier Esqué
Antoni Vicens
Descripción
Xavier Esqué : Del final de análisis como punto de capitón al fuera de sentido"

La última enseñanza de Lacan da cuenta de una concepción de la experiencia psicoanalítica sin punto de capitón, es decir, fuera de sentido. Con ello, es la misma idea de finitud que queda cuestionada. En efecto, el concepto de punto de capitón implica un punto final a partir del cual el trayecto de una experiencia analítica "se ordena, se resignifica, se resubjetiviza", señala Miller. El final como punto de capitón supone una recta, una dirección, un punto de llegada, un sentido. En cambio, al final de su enseñanza Lacan nos propone pasar del punto al nudo, y de éste último no se sale.


Antoni Vicens : El pase en la Escuela y la irrealización generalizada

Eric Laurent señalaba recientemente (Mental, 25) el efecto de irrealización del mundo que proviene del cientismo contemporáneo. Es un efecto general de toda civilización: la creación religiosa de un sentido. Lo irreal es la base de los ideales inalcanzables. La novedad es el imperio de la causalidad científica. La formación del psicoanalista se basa en otro tipo de causalidad, la freudiana, que requiere el paso por la singularidad de la experiencia. El pase es entonces un vehículo de desidealización, en ruptura con el sentido religioso, universal.
Título
El Cartel del Pase en función El Cartel del Pase: una contraexperiencia de los semblantes de saber
Fecha
31/05/2011
Horario
20,30 h
Participantes
Estela Paskvan, AE (2002-2005), miembro AME de la ELP y de la AMP
Patricia Tassara, miembro de la comunidad valenciana de la ELP y de la AMP
Descripción
Estela Paskvan: "El Cártel del Pase en función"

El Cártel del Pase responde a la lógica del pequeño grupo tal como Lacan lo propuso. Pero también tiene una particularidad: debe juzgar sobre un testimonio, es decir, arribar a un juicio común. Cada cártel va modulando este tiempo intersubjetivo en un trabajo que le es propio. ¿Cómo escucha a los pasadores? ¿Cómo llega a las decisiones? ¿Qué uso hace del éxtimo? ¿Cómo responde a las circunstancias que se presentan? Éstas son algunas de las cuestiones que se juegan en la vida de un cártel del pase. Intentaré responder con la experiencia del actual cártel en función.


Patricia Tassara: "El Cartel del Pase: una contraexperiencia de los semblantes de saber"

¿Cómo pensar el saber y la verdad en el jurado del pase? Si el dispositivo analítico se soporta en el saber supuesto, ¿cuál es el saber expuesto que conviene al cartel? Estos fueron algunos de los primeros interrogantes con los que inicié mi trabajo en el Cartel del Pase D7. Ya ha transcurrido cierto tiempo para intentar transmitir algo a partir del modo en que esta maravillosa experiencia me ha enseñado. El saber pide tiempo.
Título
No todo sobre mi madre
Fecha
26/04/2011
Horario
20,30 h.
Participantes
Antoni Vicens. AE, miembro de la ELP y de la AMP
Acompañado por Anna Aromí, miembro AME de la ELP y la AMP, y Laura Canedo, miembro de la ELP y de la AMP.
Descripción
Dije en mis primeros testimonios que pronto comprendí que la tarea más difícil con la que me debía enfrentar en la vida era la de saber algo sobre el deseo de mi madre. De ello dependían muchas cosas. Por el camino dejé una relación con el saber cuyas cicatrices son parte de mi síntoma incurable. El resto es discreción.
Antoni Vicens
Título
La línea de demarcación
Fecha
29/03/2011
Horario
20,30 h.
Participantes
Guy Briole. AE, miembro de la ELP, de la ECF y de la AMP
Presenta: Eugenio Díaz. Miembro de la ELP y la AMP. Director de la CdC-ELP
Modera: Antoni Vicens. AE, miembro de la ELP y de la AMP
Descripción
A menudo pasé la línea de demarcación, pero siempre volvía a la zona ocupada, en la sombra. Esa frontera de la vergüenza y de la discriminación pasaba por delante de la casa familiar. Podría también llamarla “línea de marcación” en tanto dejó sus marcas en mi familia, luego sus huellas en mi vida y también sobre mi cuerpo. Hasta tal punto me atravesaba que la hacía presente en mis juegos de niño y la desplazaba a merced de mis viajes de adolescente; especialmente cuando había que cruzar la frontera más allá del Bidasoa donde estaba un Otro amenazante para todo un pueblo con el que me identificaba.
El psicoanálisis me volvió a poner en el camino de España. Un encuentro me llevó a retomar mi análisis. Encontré el camino de una vida nueva y, después del pase, una feliz contingencia hizo que mi primer testimonio lo leyera en Madrid, y en lengua castellana.
Guy Briole
Título
Palabra de mujer
Fecha
22/02/2011
Horario
20,30 h.
Participantes
Pilar González
AE, Miembro de la Comunidad de Madrid de la ELP
Descripción
Un padre que silencia, un investimiento del objeto oral ubicado en el Otro. La creencia de que dicho objeto podría suplir la ausencia de la relación sexual, como mascara de lo imposible. El análisis ha hecho posible visualizar el plus de goce y su extracción, haciéndose entonces patente la dimensión de lo real y resituando la posición femenina, el no-todo y el paso de analizante a analista.
Pilar González
Título
Un duelo escrito en el cuerpo.
Fecha
25/01/2011
Horario
20:30 h.
Participantes
Aracelí Fuentes.
AE, Miembro de la Comunidad de Madrid de la ELP
Descripción
El duelo es la reacción a una pérdida, generalmente a la pérdida de un ser amado, pero puede ocurrir que esa pérdida no pueda ser subjetivada y como consecuencia, el duelo no pueda hacerse. De esa pérdida imposible de subjetivar el inconsciente no ha podido tomar nota, sin embargo ha dejado una huella que se ha escrito directamente sobre el cuerpo con una escritura real.
El trabajo del análisis ha consistido en producir un cambio de escritura que permitió que el duelo pudiera escribirse en lo simbólico, gracias a que, como dice Lacan en la “Conferencia de Ginebra sobre el síntoma”, el inconsciente, la invención del inconsciente puede cifrar el goce “específico” que la escritura real fijó.

Aracelí Fuentes, AE, Miembro de la Comunidad de Madrid de la ELP
Título
El pase descompleta la Escuela
Fecha
14/12/2010
Horario
21:00 h.
Participantes
Anna Aromí: ¿Se puede colectivizar lo real?
Antoni Vicens: De guerra, muerte y culpa
Descripción
Anna Aromí: ¿Se puede colectivizar lo real?
Lo real no se colectiviza, no se agrupa, y sin embargo hay momentos en que pareciera que los humanos atravesamos, más o menos juntos, la prueba de un real. Ciertamente habría que preguntarse qué sería estar "juntos" en esas tesituras cuando son de guerra y muerte, y para ello escuchar a los que sobrevivieron a las extremas circunstancias de la exterminación y a sus testimonios, siempre a contracorriente de la desmemoria. Pero quizá también en otras tesituras menos trágicas -es lo que me interroga- podría plantearse la pregunta. En el amor, por ejemplo, o en una Escuela de psicoanálisis en lo que tiene de experiencia, o incluso en el pase.

¿Se puede colectivizar lo real? Lo real no se colectiviza, no se agrupa y, sin embargo, hay momentos en que pareciera que los humanos atravesamos, más o menos juntos, la prueba de un real. Ciertamente habría que preguntarse qué sería estar "juntos" en esas tesituras cuando son de guerra y muerte, y para ello escuchar a los que sobrevivieron a las extremas circunstancias de la exterminación y a sus testimonios, siempre a contracorriente de la desmemoria. Pero quizá también en otras tesituras menos trágicas –es lo que me interroga– podría plantearse la pregunta. En el amor, por ejemplo, o en una Escuela de psicoanálisis en lo que tiene de experiencia, o incluso en el pase.
No es la primera vez que oigo hablar a Antoni Vicens de la guerra civil. Para él no es un tema de hoy, sino de hace mucho tiempo. ¿Cuánto hará: veinte años, más? En varias ocasiones le escuché la observación clínica de que, en el fondo del discurso de los analizantes, detrás de su despliegue, él encontraba no pocas veces la temática de la guerra civil como un núcleo duro – no sé si entonces decía un núcleo de real, pero se trataba seguramente de eso.
En mi propia historia, no muy diferente de la de varias generaciones en este país, la guerra civil se me había presentado como una especie de extraño capítulo censurado. Censurado, sí, pero a la vista de todos. Un pedazo de historia envuelto en misterio, portador de alguna verdad que parecía concernir, electivamente, a cada uno. Yo fui, y soy, de las personas que eligieron sentirse concernidas por ese pedazo de historia. Así, hace veinte años, encontrarme con el comentario de Antoni Vicens fue una sorpresa. Entonces estaba lejos de poder comprender, pero su observación me causó sorpresa y se me quedó dando vueltas. Por esto, pasado el tiempo, poder escucharlo hoy dar una vuelta más sobre el asunto, no ya sobre analizantes en general sino sobre su propio caso singular, me produce mucha alegría. Porque además, ahora tengo la sensación de que yo misma me he desplazado y estoy quizá más cerca de poder captar lo que transmiten sus palabras.
Cuando ocurre que sentimos que las palabras de algún colega nos conciernen, y se nos quedan dando vueltas, me parece que es señal de que está funcionando el motor de la Escuela, que es la transferencia de trabajo. Nadie dice que los comentarios deban ser necesariamente amables (aunque no está nada mal cuando lo son), ni que la susodicha tranferencia deba ser siempre positiva… Pero aún y contando con eso, yo diría que sin la tranferencia –en sus polos positivo y negativo– de trabajo nos faltarían los mimbres para capturar algo de la escuela como experiencia libidinal.
La escuela como experiencia libidinal no es un asunto de sujetos aislados, por mucha sabiduría o por mucho entusiasmo que acumulen, como alguna vez yo misma pude atribuirles a sus más insignes miembros como condición para serlo... La escuela como experiencia libidinal es un banquete que no está hecho para consumirse en solitario; es un poder estar en la mesa con otros, con las rencillas, incluso las guerras de rigor, incluídas en el menú.
Y aquí incluyo mi pregunta sobre la escuela y el pase, porque tengo la sensación de que en ambos casos se juega el recorte de un real y la posibilidad de hacer algo con él. Hacer algo con él, en ambos casos, no sin los otros. La escuela tiene como basamento una parte de identificación. En la llamada “caída de las identificaciones” el sujeto, después del análisis, no se queda como un árbol deshojado. El sujeto cambia su posición, algunas identificaciones caen, otras se desplazan, pero la identificación como tal no desaparece por completo.
En la escuela se pone entonces en juego la identificación de cada miembro con lo imposible del grupo. Lo imposible del grupo analítico se puede definir como la falta de definición de “el analista”, el hecho de que no hay elemento común al que identificarse y que haría grupo. Sobre este tema Miquel Bassols ha publicado varias contribuciones. Se puede ver entonces que el punto de la escuela al cual se identifica cada uno depende, en primer lugar de su modo de goce propio, pero también se modula según el momento del análisis en que se encuentre. Identificarse con lo imposible del grupo no es algo simple, paradójicamente se requiere de mucha des-identificación y de mucha des-narcisificación en el sujeto para alcanzar este punto.
Aquí no hago más que indicar algunas de las cuestiones que plantea la base de la escuela del lado de la identificación. Pero esto no es todo, hay otro lado, el lado real. Como dice Lacan, la Escuela se asienta sobre un real que produce su propio desconocimiento. Mi pregunta sobre la colectivización de lo real se refiere a que, en la escuela y en el pase, aunque de modos distintos, se juega el hecho (¿el acto?) de reconocer un recorte de real. Reconocer un recorte de real producido en y por otro, con la posibilidad de localizarlo y reconocerlo entonces en ese otro y en uno mismo.
Así, esto que no es grupal pero que se puede compartir, ¿qué es? ¿Un trozo de real? ¿O, mejor aún: una cierta manera de situarse ante lo real, de responder a lo real? Pienso en las crisis, por ejemplo, como momentos en que lo real aparece entre los semblantes que normalmente lo velan. Atravesar una crisis significa poder responder a este real con un trabajo de elaboración subjetivo y también colectivo, y esto crea lazos. Un poco como en el amor, donde también atravesar crisis puede fortalecer los lazos. Por tanto quizá sea asunto de la escuela mantenerlos vivos.

Anna Aromí


Antoni Vicens: De guerra, muerte y culpa
La guerra pone al amo absoluto al servicio de la existencia del Otro. Si la guerra es civil, la especularidad agresiva llega al más alto grado. Si le añadimos la locura de la infatuación, no hay prisioneros. Así se puede dictar una ley de pretensión divina, que elimina la culpa con el reo. El resultado paradójico es una población de supervivientes desresponsabilizados que no pueden inscribir la elaboración de su culpa. La cuestión es entonces si sólo queda la solución de Antígona, o si el psicoanálisis sabe algo más de la tragedia y de la distancia entre las dos muertes. Si es así, algo se puede, de nuevo, escribir.

El día 6 de marzo de 1939, desde el aeropuerto de El Fondó de Monòver, despegaron dos aviones con destino a Orán. En ellos viajaban Rafael Alberti, María Teresa León, Dolores Ibárruri y otros comunistas. En la madrugada, otro avión despegó del mismo lugar con destino a Toulouse; entre sus pasajeros estaban Juan Negrín, Julio Álvarez del Vayo, Ignacio Hidalgo de Cisneros, Enrique Líster y Juan Modesto. Tras la sublevación de Casado y la rebelión de la flota, se completaba lo que Ángel Viñas denominó el desplome de la República. Crónicas recogidas por el historiador alicantino José Ramón Valero cuentan que “al amanecer, cuando entran en el aeródromo [del Fondó] los primeros casadistas […] sólo quedan unos soldados miedosos, desmoralizados”. Uno de esos soldados, de hecho un obrero militarizado, iba a ser, unos años más tarde, mi padre.
Al cabo de unas semanas terminaba la guerra civil que habían desencadenado un grupo de generales que habían practicado el arte y el goce de la guerra en el protectorado español del Rif. Allí habían aprendido los secretos de la guerra colonial, el dominio militar sobre la sociedad civil, la depredación, la crueldad, la imposición de la miseria y las ventajas de una guerra sin prisioneros. También allí se hicieron los primeros experimentos militares con la fuerza aérea recién estrenada. El general Silvestre, el Africano, ordenó, en 1913, y por primera vez en la historia, el bombardeo aéreo de una población. Esta experiencia, que había de culminar en Guernica, no le pasó desapercibida al general Pétain, quien, después de mejorarla durante la Gran Guerra, la utilizaría junto a Franco contra las fuerzas de Abd-El-Krim. Los generales golpistas del 36 encontron en Francisco Franco el general óptimo para dirigir una guerra colonial contra los españoles mismos. La base ideológica de la guerra española en África era el desprecio de la vida, que el fundador de la Legión, José Millán Astray llevó al grado de un misticismo de la pulsión de muerte. Su cuerpo desmembrado contrastaba con el otro novio de la muerte, Francisco Franco, el hombre sin cuerpo, inalcanzable por las balas, invisible sobre su blanco corcel. El golpe militar devino un baño de sangre; su éxito fue la imposición del mando por el terror; su resultado fue el surgimiento de la quinta columna, otro de los factores políticos introducidos por el ingenio militar español. La quinta columna es el imperio de la traición aliada con el miedo. El sistema, bien probado en Madrid, determinaría, como señala Alexandre Koyré, el carácter propio de la segunda guerra mundial. Una quinta columna bien organizada entre los servicios secretos y la fuerza militar, encontraba su prolongación en otra quinta columna, espontánea y generalizada por obra del terror.
De algún modo, mi padre se salvó de comer flores de almendro en Alicante. De algún modo volvió a su casa para proseguir su carrera de hijo. La guerra no había sido cruel para él, más bien benigna; hasta había creado para él una oportunidad de emancipación. Pero no pudo desasirse de la voz de su padre, y claudicó ante el mandato “vete” con el que aquél lo retuvo. Al poco encontró en una mujer, que sería mi madre, el acento de la lengua que se habla en los campos de Alicante, así como una belleza inasible y la pasión de la supervivencia. Con todo esto hubo de atravesar los años de la autarquía económica, la censura, el silencio, el miedo, la dictadura caudillista y sus certezas imperiales. Con todo eso, no sin cojear, se construyó un rol de padre.
Las consecuencias de la técnica militar a las que aludí fueron inmediatamente capitalizadas por el nuevo régimen para su política. El miedo de los ciudadanos ocupó el lugar del contrato social; los bombardeos de población civil fueron substituidos por unas fuerzas policiales aguerridas y por un ejército con armas suficientes para actuar contra sus compatriotas. La capacidad de mando se propuso como alivio definitivo de los atolladeros de la política, considerada por el caudillo como la fuente de todos los males. La razón de la historia, cuyo fundamento presentaron de manera diversa los intelectuales del siglo XX, se desvanecía ante certeza caudal sobre la existencia de una conjura mundial organizada por la masonería. Fue el propio Franco quien, en una serie de artículos publicados en la prensa durante los años cuarenta y cincuenta, reveló a la población “el gran secreto” del “totalitarismo masónico”. Frente a esas fuerzas oscuras, el hombre del caballo blanco, portador de la baraka, con el uniforme de almirante que mereció como generalísimo, guardado por soldados a caballo vestidos con grandes capas blancas ondeantes, se subió a su soberano escabel, encontró en la adulación lo que el espejo no le mostraba, y en la orden de fusilamiento la voz de mando suprema.
La paz fue un dialecto de la guerra. La increencia sobre la muerte propia del general primero, generalísimo después y finalmente caudillo, siempre infundió pavor. No fue posible ninguna política que no pasara por la aceptación del delirio de un dominio sobre el amo absoluto. En un territorio en guerra sin frente –porque estaba en todas partes–, con un enemigo irreconocible, las relaciones sociales sólo podían fundamentarse en la supervivencia. Estado de guerra quiere decir que la orden puede ser revocada de inmediato; guerra civil –a la que Montherlant hizo presentarse como “la buena guerra”– quiere decir que la táctica y la estrategia no están guiadas por ninguna política, sino por la locura de la agresividad especular. Frente a ella, la propuesta paternal de Azaña de “paz, piedad, perdón” fue vana; Unamuno sintió su presencia frente a Millán Astray; Besteiro creyó como alma bella en la reconciliación; Miguel Hernández escribió el rostro de la muerte; miles no tuvieron tiempo de hablar; millones esperaron largos años a que se desvaneciera la pesadilla.
En su escrito de 1915 sobre la guerra, Freud habla de la muerte para decir algo que Lacan repite en su conferencia de Lovaina: no creemos en ella; “en el inconsciente, cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad”. Toda fundamentación de la vida sobre la muerte es fútil entonces, pues se sostiene en una increencia. Todo régimen basado en el culto a la muerte genera ignorancia sobre las dificultades y los riesgos de la vida. El delirio de omnipotencia sostenido en la capacidad de decidir sobre la vida de los demás se transforma –y eso no es aún lo peor– en la suposición de un padre que lo sabría todo sobre su deseo. La guerra da consistencia al Otro, le da su más dura existencia. La pasión generada ahí no puede ser pasión, sino pulsión de muerte. Es entonces cuando la orden de guerra total encuentra un eco en el inconsciente y guía la mano a empuñar el arma y desear el aniquilamiento. Entramos así en un tiempo fuera del tiempo, y nada detiene la destrucción, salvo la destrucción misma.
La guerra civil engendra, además, una culpabilidad masiva. El fascismo se asoció a ella presentándose como la abolición de la culpa por el dominio de la voluntad, con el premio de la desaparición de toda tragedia. Una ley de responsabilidades políticas, con sus ominosos efectos retroactivos, heredera del espíritu inquisitorial, buscó precisamente “liquidar las culpas”, y por la vía más directa: el garrote, el fusilamiento, los trabajos forzados o la prisión. Los salvados de esa pena no quedaban aliviados, sino irresponsabilizados de su culpa; lo que quiere decir deshumanizados, si entendemos que nuestra relación con das Ding genera una culpa impagable, aquella que, si no la cargamos en otro, genera la metáfora del amor que aloja al deseo. Si se acepta una tal irresponsabilización, con el sacrificio que le es correlativa, se pierde la oportunidad de transformar el síntoma en sinthome, lo que quiere decir, en términos más sencillos, de ser discretos en la queja. Como escribió Miguel Hernández, “Tristes armas / si no son las palabras.”

Antoni Vicens
Título
El dinero y el gesto de pagar en el análisis.
Fecha
30/11/2010
Horario
21:00 h.
Participantes
Laura Canedo: “…esta historia del plus de gozar”<
Antoni Vicens: “Vengo por la paga”
Descripción
Laura Canedo: “…esta historia del plus de gozar”
Si hay una relación de identidad de la función de la plusvalía y del objeto a, volver a algunas referencias que Lacan toma de Marx será ocasión de abordar la cuestión del goce, la sustancia de todo lo que hablamos en el psicoanálisis.

Antoni Vicens: “Vengo por la paga”
En forma inconsciente, un analizante muestra su deseo de pagar. Pues viene a vernos, no quiere otro bien que el desprendido de su gesto de dar algo a cambio. Por mi parte, en el curso de mi análisis hube de atravesar muchas dificultades para con el dinero. Mi análisis mismo llegó a ser una suerte de prueba en la que tuve que medir el valor del pago como tratamiento de la castración, como salida de la ilusión de un amor sin deuda, o pagable tan solo en el valor-angustia.
En la cura, el dinero es el semblante anudado a la vida y al trabajo. El gesto del pago es la introducción de lo más íntimo del manejo del objeto en la materialidad de la transferencia, en tanto que revela lo que el analizante paga para conservar la inocencia de su demanda. Del lado del analista, el dinero es signo de una falta-en-ser, signo cuya función debe encarnar ocupando su tiempo en eso más que en otra cosa.
Título
Sobre el deseo de Pase
Fecha
26/10/2010
Horario
21:00 h.
Participantes
Carmen Cuñat
Descripción
En el debate sobre el Pase que tuvo lugar por medio del Journal des Journées y del que tuvimos varios ecos en nuestros Debates de la ELP (1), uno de los temas más discutidos giró en torno al "deseo de nombrar". De la misma manera, podríamos plantearnos si existe un "deseo de Pase" en nuestra Escuela. Lo que es evidente es que ese deseo, como cualquier otro, no se instaura de una vez por todas, y ni siquiera bajo los auspicios del Ideal, sino que es algo a causar día a día. Pero ¿cómo llevar a cabo esta tarea? En la sede de Madrid de la ELP pusimos en marcha el curso pasado un espacio que estaba sostenido en un modo de hacer que no se refugiaba en la "sacralización" del Pase" (2).
Después de muchos años de desierto, este espacio sobre "Los Finales de análisis" despertó entre los colegas un vivo interés. Este interés fue precedido sin duda por el espacio abierto por Jacques-Alain Miller al fomentar esos debates, pero también por el hecho de que algunos tomáramos a nuestro cargo esa función del "al menos uno" que encarna en un momento dado la causa el deseo; función en la cual Gil Caroz, Presidente de la recién creada EuroFederación de Psicoanálisis (EFP), insistía en la ultima reunión del Colegio del Pase Ampliado.
Por otro lado, ¿podríamos pensar que esa función es tributaría también del momento de concluir que surge al final de un análisis y que hace necesario para su resolución el anudamiento entre Pase, conclusión y Escuela?

Carmen Cuñat.


(1) ELP-Debates, curso 2009-2010
(2) J.-A. Miller, "Cosas de finura en Psicoanálisis", clase X, 4 de marzo del 2009, Curso de la Orientación Lacaniana, publicado en Ten Line News por Luis Solano

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